27 dic 2013

Una anecdota relacionada con un retrato.



Retrato de una niña preciosa. Una adolescente.
Voy a contar una anécdota que me sucedió después de hacer un retrato, precisamente, cuando era muy joven.
Antes de entrar a colaborar en Editorial Bruguera, trabajaba en publicidad.  Hacia los dibujos de “Publicidad Mediterránea” y tenía una relación muy cordial y amistosa con todos los empleados y directivos de la agencia. Por esto, cuando su director, Roldán Martínez, se casó, hice el retrato de la que se convirtió en su esposa, y quedó francamente bien.
Tiempo después me invitaron a cenar a su casa. Sirvieron una cena fría a base de embutidos, quesos y otras delicias. Yo venía de una posguerra con dificultades económicas donde los requisitos brillaban por su ausencia, y era la primera vez que comía  muchas de las cosas que sirvieron en aquella ocasión. Se me hacia la boca agua ante aquel magnifico espectáculo gastronómico.
Después de comer canapés de jamón, distintos quesos, gambas y cremas deliciosas, me llevé a la boca algo que tampoco había visto jamás. Estaba junto al padre de la novia y le pregunté: ¿Qué son esas bolitas negras de este canapé? – Me miró con una expresión entre incrédula y asombrada y me respondió: ¡Caviar, claro...!
Busqué un agujero en el suelo donde desaparecer, pero no había ninguno...


4 comentarios:

  1. Bueno, pero en aquellos tiempos no era muy frecuente ver el caviar en España, imagino...

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  2. El que no lo habia visto nunca era yo, eso seguro, y menos aún comerlo! La verdad es que entonces no me gustó y pensé que prefería unas buenas sardinas asadas!

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  3. Yo compro uno muy bueno en la tienda lituana. Bueno, compro dos: el sucedáneo para mis caprichos esporádicos y el de verdad para los puntuales. Me gusta más el caviar rojo que el negro, eso sí.

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  4. Despues ya he comido también, naturalmente, pero sigo sin ser un consumidor adicto.

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